"Вор"
El ladrón.
Estaba resfriado. Mi madre pidió un día libre. Mi padre perdió el informe anual y le despidieron del trabajo. Por eso nadie tenía prisa. Tampoco la abuela. Estábamos desayunando despacio y con pereza. Vamos que, el ladrón no tuvo suerte al elegir nuestro piso.
En silencio, sonó la cerradura.
- Muy hábil, - pensó papá. – Se nota que tiene mucha experiencia.
Mamá dijo:
- Podría haberse subido al trastero. ¡Tenemos tantos cachivaches acumulados ahí!
- Y también haber sacado la basura, - dijo la abuela, mirándome de reojo.
Pasado un rato, el ladrón se asomó a la cocina. No se esperaba ver tanta gente ahí. Se puso triste. Suspiró y se quedó de piedra.
Mamá movió la cabeza:
- ¿Por qué no se ha llevado nada? -
- Es que, no me ha gustado nada. – confesó el ladrón.
- Ha sido muy hábil con la cerradura, - le felicitó papá. - ¿Podría echarle un vistazo a mi cartera? Perdí la llave y no la puedo abrir. -
El ladrón cogió la cartera y toqueteó la cerradura con un alfiler. La cartera se abrió.
De pronto la madre se acordó: “A Vadik se le atascó la cremallera de la chaqueta”.
El ladrón cogió mi chaqueta y la arregló.
La abuela se animó.
-Nuestro frigorífico hace mucho ruido y los vecinos se quejan. -
El ladrón tocó con la mano detrás del frigorífico, apretó algo y el frigorífico dejó de sonar.
- Aquí tiene una taza, - dijo la abuela. - Siéntese con nosotros a beber té. Hay empanadillas de col. ¿Le gustan? -
- Si, me gustan. – asintió el ladrón. - Pero daros la vuelta cuando vaya a robar las empanadillas.
- ¿Y para que robarlas? – nos sorprendimos. – Cójalas así tal cual. -
- Así, creo que no me va a salir. - dudó el ladrón. Alargó la mano al plato de empanadillas. Su mano tembló. Se nos cortó la respiración. El ladrón cerró los ojos y al final cogió la empanadilla. Aplaudimos.
- ¡Lo conzeguí! - se alegró el ladrón, comiéndose la empanadilla.
- ¡Lo encontré! – se puso muy contento papá al encontrar en la cartera su informe anual.
- ¡Ya no me duele! - grité yo, tocándome la garganta.
Yo me recuperé. A papá le readmitieron en el trabajo. Y nuestro ladrón vende al lado del metro empanadillas de col. No tan sabrosas como las hace la abuela, pero bueno... Se pueden comer. Yo mismo las probé.
Estaba resfriado. Mi madre pidió un día libre. Mi padre perdió el informe anual y le despidieron del trabajo. Por eso nadie tenía prisa. Tampoco la abuela. Estábamos desayunando despacio y con pereza. Vamos que, el ladrón no tuvo suerte al elegir nuestro piso.
En silencio, sonó la cerradura.
- Muy hábil, - pensó papá. – Se nota que tiene mucha experiencia.
Mamá dijo:
- Podría haberse subido al trastero. ¡Tenemos tantos cachivaches acumulados ahí!
- Y también haber sacado la basura, - dijo la abuela, mirándome de reojo.
Pasado un rato, el ladrón se asomó a la cocina. No se esperaba ver tanta gente ahí. Se puso triste. Suspiró y se quedó de piedra.
Mamá movió la cabeza:
- ¿Por qué no se ha llevado nada? -
- Es que, no me ha gustado nada. – confesó el ladrón.
- Ha sido muy hábil con la cerradura, - le felicitó papá. - ¿Podría echarle un vistazo a mi cartera? Perdí la llave y no la puedo abrir. -
El ladrón cogió la cartera y toqueteó la cerradura con un alfiler. La cartera se abrió.
De pronto la madre se acordó: “A Vadik se le atascó la cremallera de la chaqueta”.
El ladrón cogió mi chaqueta y la arregló.
La abuela se animó.
-Nuestro frigorífico hace mucho ruido y los vecinos se quejan. -
El ladrón tocó con la mano detrás del frigorífico, apretó algo y el frigorífico dejó de sonar.
- Aquí tiene una taza, - dijo la abuela. - Siéntese con nosotros a beber té. Hay empanadillas de col. ¿Le gustan? -
- Si, me gustan. – asintió el ladrón. - Pero daros la vuelta cuando vaya a robar las empanadillas.
- ¿Y para que robarlas? – nos sorprendimos. – Cójalas así tal cual. -
- Así, creo que no me va a salir. - dudó el ladrón. Alargó la mano al plato de empanadillas. Su mano tembló. Se nos cortó la respiración. El ladrón cerró los ojos y al final cogió la empanadilla. Aplaudimos.
- ¡Lo conzeguí! - se alegró el ladrón, comiéndose la empanadilla.
- ¡Lo encontré! – se puso muy contento papá al encontrar en la cartera su informe anual.
- ¡Ya no me duele! - grité yo, tocándome la garganta.
Yo me recuperé. A papá le readmitieron en el trabajo. Y nuestro ladrón vende al lado del metro empanadillas de col. No tan sabrosas como las hace la abuela, pero bueno... Se pueden comer. Yo mismo las probé.