Об уважении к волшебному труду
Sobre el respeto al trabajo mágico
(del libro “Yo soy rey y tú eres rey”)
- ¡Lo que faltaba!- exclamó el rey, cuando le informaron, que empezó la guerra.
Las cosas en el reino y sin eso iban demasiado mal: vivían con hambre, gobernaba la epidemia y además los sirvientes empezaban a gruñir.
- ¿No es la hora para comunicarse con el mago?
- Negará,- movió la cabeza el ministro.
- Persuadirlo!- al rey no le gustaba cuando no estaban de acuerdo con él.
Mandaron una delegación al mago.
Pero el mago desde la mañana no estaba de buen humor.
- Y qué es esto! ¿Para qué habéis venido?
- ¡O grande y poderoso! ¡Necesitamos tu ayuda urgentemente!
- ¿Y por que siempre yo, y solo yo?
- No hay nadie mas quien lo puede hacer!
Al pueblo llegaron solamente por la tarde. La ciudad tenía un aspecto muy malo: las calles hace tiempo que no eran iluminadas, por todos los lados corrían ratones.
El mago salió del carruaje.
- ¡Ah! ¿Por que es tan oscuro? ¿Y qué es esto? ¿Ratones? ¡A-A!- y saltó otra ves dentro del carruaje.- No puedo trabajar en estas condiciones! ¡Encender la luz y sacar de aquí a los ratones!
Y se fue a su casa.
No hay opción. Arreglaron la luz y veneraron a los ratones.
Y otra vez van a por el mago.
- Otra vez?! ¡No voy! Tenéis por allí tanto audillo, que desde la última ves me duele la cabeza.
- ¡Pues es por el hambre y las enfermedades lloran las personas!
- ¡Pues alimentarles! ¡Curarles!
De repente abrieron almacenes de repuesto, sembraron nuevos campos. Alimentaron a todos, aguadaron. Llamaron a todos doctores de todas las parles del mundo, mejoraron los hospitales, curaron a todos los enfermos.
Y otra vez a por el mago.
- ¡Ayudanos!
- ¡Pesados! ¡Ayudanos, ayudanos! Y por detras retumban los tanques, todos disparan y todo explota. Yo hasta no me puedo concentrar.
Y salieron a los campos de batalla los ministros y dijeron:
- ¡Hey, chavales!¡Parad! El mago no puede trabajar.
Mas o menos llegaron a un acuerdo. Y otra vez al mago.
- ¿Que mas?
- ¡Ayudanos!
- ¿Pero que mas problemas tenéis?
Empezaron a pensar los mensajeros.
- Pues eso es todo, no hay mas problemas. ¡Gracias por todo!
- ¡Molestan sin razones!- gruñó el mago. ¡Ni un respeto al trabajo mágico!
(del libro “Yo soy rey y tú eres rey”)
- ¡Lo que faltaba!- exclamó el rey, cuando le informaron, que empezó la guerra.
Las cosas en el reino y sin eso iban demasiado mal: vivían con hambre, gobernaba la epidemia y además los sirvientes empezaban a gruñir.
- ¿No es la hora para comunicarse con el mago?
- Negará,- movió la cabeza el ministro.
- Persuadirlo!- al rey no le gustaba cuando no estaban de acuerdo con él.
Mandaron una delegación al mago.
Pero el mago desde la mañana no estaba de buen humor.
- Y qué es esto! ¿Para qué habéis venido?
- ¡O grande y poderoso! ¡Necesitamos tu ayuda urgentemente!
- ¿Y por que siempre yo, y solo yo?
- No hay nadie mas quien lo puede hacer!
Al pueblo llegaron solamente por la tarde. La ciudad tenía un aspecto muy malo: las calles hace tiempo que no eran iluminadas, por todos los lados corrían ratones.
El mago salió del carruaje.
- ¡Ah! ¿Por que es tan oscuro? ¿Y qué es esto? ¿Ratones? ¡A-A!- y saltó otra ves dentro del carruaje.- No puedo trabajar en estas condiciones! ¡Encender la luz y sacar de aquí a los ratones!
Y se fue a su casa.
No hay opción. Arreglaron la luz y veneraron a los ratones.
Y otra vez van a por el mago.
- Otra vez?! ¡No voy! Tenéis por allí tanto audillo, que desde la última ves me duele la cabeza.
- ¡Pues es por el hambre y las enfermedades lloran las personas!
- ¡Pues alimentarles! ¡Curarles!
De repente abrieron almacenes de repuesto, sembraron nuevos campos. Alimentaron a todos, aguadaron. Llamaron a todos doctores de todas las parles del mundo, mejoraron los hospitales, curaron a todos los enfermos.
Y otra vez a por el mago.
- ¡Ayudanos!
- ¡Pesados! ¡Ayudanos, ayudanos! Y por detras retumban los tanques, todos disparan y todo explota. Yo hasta no me puedo concentrar.
Y salieron a los campos de batalla los ministros y dijeron:
- ¡Hey, chavales!¡Parad! El mago no puede trabajar.
Mas o menos llegaron a un acuerdo. Y otra vez al mago.
- ¿Que mas?
- ¡Ayudanos!
- ¿Pero que mas problemas tenéis?
Empezaron a pensar los mensajeros.
- Pues eso es todo, no hay mas problemas. ¡Gracias por todo!
- ¡Molestan sin razones!- gruñó el mago. ¡Ni un respeto al trabajo mágico!